El año pasado, publiqué un libro denominado «El Conde Catdula y otras historias» que recopilaba todos (o casi todos, mejor dicho) los textos que había escrito entre 2015 y 2021 inclusive para trabajar diferentes aprendizajes con mi alumnado. Este año 2022 he publicado el nuevo volumen que tiene el mismo objetivo, es decir, difundir los textos que he ido redactando para trabajar diferentes aprendizajes con mi alumnado: orientación profesional, técnicas de estudio, comprensión lectora, comentario de texto, habilidades sociales, educación emocional, educación en valores, etc., entre otros. También he introducido algunos textos que no introduje en el anterior libro.
A diferencia del anterior libro, los textos aparecen clasificados por nivel educativo (Educación Primaria y Educación Secundaria). Espero que podáis disfrutarlos. Para acceder a la ficha del libro en Amazon, haced click aqui.
Mi hermana es muy fan de varios cantantes, tiene todos los discos y merchandising, va a todos los conciertos que puede y no le importa hacer cola durante horas o no dormir esperando que salga un nuevo videoclip. Más allá de esto, ha llegado a llorar varias veces y a estar mal por cosas negativas que les ha pasado a estos artistas así como sentir felicidad y euforia en momentos buenos para los artistas. De una forma muy intensa. Y tengo que aclarar que no se trata de una adolescente que este forjando su personalidad, sino de una persona totalmente adulta. Hace poco estuve también con un chico que era muy fan, en este caso, del fútbol. Sus emociones dependían mucho de como jugaba su equipo. Si ganaba, me invitaba a cenar y todo color de rosas, si perdía, ni hablarle en los próximos 2 días. Y de verdad que hay muchos más partidos de fútbol de lo que yo nunca llegué a imaginar… Total, que pensando bien, me parece que los dos se parecen bastante en su fanatismo aunque sea por cosas diferentes, y conozco más casos. Y a mí me esto me cuesta entenderlo y gestionarlo. Yo sé que no voy a cambiar a nadie, pero me gustaría saber si esto se considera normal, o mejor dicho, sano. Antes no lo veía como algo negativo, pero ahora, me pregunto si hay un problema de autoestima detrás de todo ese amor incondicional o alguna otra cosa. No me da la sensación de que estas personas sean más felices, es verdad que tienen momentos de felicidad plena, pero luego es todo una montaña rusa de emociones incontrolable. ¿Debería preocuparme por mi hermana? Aclaro que ni mi hermana es una celosa que acosa a un famoso con el que quiera casarse o algo así, ni mi ex es un ultra violento del fútbol. (cosas que sí que veo patológicas). Pero les afecta mucho en su día a día. Y yo me pregunto, ¿demasiado?
Cuando una afición por un tema, actividad, persona o grupo se vuelve tan obsesiva de manera que afecta a su vida cotidiana (familia, trabajo, estudios…) y a su bienestar psicológico, entonces ya debe ser tratado. Es bonito tener una afición por algo, y tanto la música como el deporte son buenas aficiones, mas si como dices no tienen reacciones tan extremas como las que me has contado. Pero si sientes que le está afectando, quizás sería adecuado ayudarle a gestionar sus emociones y que su pasión sea gestionada de forma racional. Entender que, aunque es bueno tener esa afición, no debe tomárselo como algo que le afecte a su bienestar personal y a ayudarle a tolerar la frustración cuando no le salen las cosas como uno quiere. Por ejemplo, supongamos que el equipo favorito de tu amigo se juega un ascenso de categoría y pierde en el partido decisivo. Si un hecho así le resulta tan traumático que afecta a sus relaciones con los demás y a su rendimiento, pues requiere ayuda para gestionar esas emociones, su ira y poder afrontarlo con normalidad. No sé si hay un problema de autoestima donde intentan refugiarse en esas aficiones para compensar su descontento con su situación personal, es algo que podría analizarse, pero supongo que tú conocerás muy bien a esas dos personas para saber si pueden estar descontentos con su actual vida y tener baja autoestima. Ahí también estaría la clave de la intervención, y un profesional de la psicología podría ayudarles.
Llevo varios años con este problema. Tengo varios dispositivos electrónicos como un móvil, una tableta, un ordenador, un lector de libros electrónicos. Quiero utilizarlos de una manera normal pero, al mismo tiempo, siento que no puedo hacerlo porque si los utilizo acabarán rompiéndose por el propio desgaste de los materiales (botones de inicio y volumen, el desgaste propio de la batería, pantallas que dejen de funcionar por el uso continuado y que llegan al final de su vida útil) Odiaría que se rompieran y tuviera que tirarlos a la basura y comprar unos nuevos por las consecuencias medioambientales propias de la producción de nuevos dispositivos. Es decir, quiero utilizar mis dispositivos, pero siento que no puedo porque se romperán inevitablemente si los utilizo. No se por qué, pero creo que mis dispositivos tienen que durar toda la vida, y me está creando problemas.
Sé que este miedo es ridículo y que los materiales se desgastan y llegan al final de su vida útil, pero aún así no puedo utilizar tanto mis dispositivos como quiero por este motivo.
¿Qué puedo hacer?
Sobre todo te hablo como usuario habitual de dispositivos electrónicos que este año ha tenido que realizar una renovación tecnológica. Entiendo tu miedo y tu preocupación por el medio ambiente. Personalmente creo que es una actitud digna de admiración. Lo único malo es cuando esta preocupación nos lleva a la obsesión, así que hay que intentar valorar posibilidades para lograr seguir conservando el medio ambiente a la vez que poder disfrutar de los dispositivos electrónicos.
Como bien sabrás, cada vez hay más contenedores de «punto limpio» donde puedes depositar tecnologías. Estos las llevan a centros donde reciclan sus materiales y a partir de ahí lograr obtener una nueva materia prima para poder fabricar nuevos productos. Esto es algo ecológico, puesto que favorece que no se agoten las materias primas. Es como cuando utilizas papel y lo tiras a contenedores azules, o cuando te tomas un batido y tiras el envase a este contenedor, o tirar botellas de vino usadas a un contenedor verde. Además, piensa que hay materiales que son inevitables gastar, como los cartuchos de tinta y tóneres de impresoras y fotocopiadoras. Te sugiero buscar información sobre estos procesos de reciclaje para así motivarte y reducir tus miedos. Ten en cuenta que estos dispositivos están programados para que en un tiempo determinado dejen de funcionar y te compres uno nuevo. Se llama «obsolescencia programada». Yo, por ejemplo, hace unos días mi disco duro se averió, y como el teclado del ordenador portátil ya estaba fastidiado (usaba un teclado externo conectado), me compré un nuevo ordenador. Pienso reparar el otro portátil, pero me llevé un sofocón por el disco duro estropeado. Afortunadamente, por mi trabajo, realizo copias de seguridad constantes de todo lo que hago (¡sería una catástrofe perder todo de la noche a la mañana!). Te recomiendo igualmente esto para evitar perder todos los archivos que tengas en tus dispositivos, y aprender hábitos para su cuidado (por ejemplo, algo para proteger el móvil en caso de caída al suelo, que es algo habitual, o nunca usarlo en la cama por si te lo dejas ahí y apoyas sin querer el brazo, rompiendo la pantalla LCD, lo cual me pasó a mí con una tablet). Una cosa es no usar y otra usarlo pero tomando precauciones para evitar su rotura, es decir, aprender a cuidarlo.
Hola tengo un hijo de 4 años, es el único niño de la familia, sus primos ya son mayores de 15 años para arriba por lo que convive con adultos. Últimamente es muy grosero, se enoja fácilmente de cualquier cosa, y cuando se enoja y se frustra no escucha, no entiende razones y grita “cállate” y nos ha llegado a patear a mi esposo y a mi. Nunca le hemos pegado por qué no creo que sea la mejor opción pero ya no sé qué hacer para ponerle límites. Gracias.
Es posible que su hijo presente una tolerancia a la frustración muy baja, y la manifiesta a través de rabietas e ira. Es muy habitual en niños de su edad. Les sugiero llevar a cabo pautas como las siguientes:
1-Cuando empieza la rabieta, no le hagan caso. Si le hacen caso, lo que hacen es reforzar la rabieta. Le dejan solo y ya se calmará. Cuando se calme, pueden dirigirse a hablar con él.
2-Intenten mostrar empatía hacia los intereses de su hijo. No se trata de hacer lo que ellos dicen, pero intentad entender el motivo de su rabieta, explicarle por qué no es posible con palabras sencillas y negociar con él. Por ejemplo, si desea ir a jugar al parque y en ese momento no es posible, negociar el momento en que se irá al parque y prometedle que jugareis con él a algo que le guste. No ofrecerle regalos materiales, ya que eso es algo bastante superficial.
3-Si llega a pegaros, llevadlo a su cuarto y lo dejáis dentro unos 5-10 minutos. Le diréis que no os ha gustado nada que os haya pegado, y que no pensáis hablar con él hasta que se calme y pida perdón por lo que ha hecho. Una vez calmado, debéis enseñarle a comportarse, cómo pedir las cosas y qué tipo de conductas son las adecuadas y cuáles las no adecuadas.
4-En su cuarto o en el salón, colgar un cuadro elaborado con pictogramas o dibujos donde se reflejen las normas de conducta en positivo. Es decir, cómo tratar a sus padres, cómo pedir las cosas, la recogida de juguetes, etc. Esto ya dependerá de su comportamiento. Es importante centrarse más en las acciones a trabajar (ej: pedir permiso para coger algo) que en las conductas negativas a corregir (ej: no gritar).
5-Si es un niño con tendencia a ponerse muy nervioso, valoren qué estímulos son los que le provocan la ira y ayudarle a controlarlos y a resolver las situaciones que le ponen nervioso o que no resuelve de una manera socialmente adecuada. Enseñarle los pasos a seguir para afrontar todo ello y sed un ejemplo para vuestro hijo. Podéis interpretar la situación delante de él para que luego la repita (aprendizaje por modelado). También podéis dedicar un tiempo diario a realizar actividades de relajación y mindfulness.
Ve probando esto. Requiere tiempo y paciencia. Si no veis resultados, os recomendaría solicitar ayuda profesional.
Buenas tardes. A mi hijo de 7 años le gusta todo lo terrorífico, personajes, imágenes, películas, etc. Lo que más me preocupa es que quiere ver imágenes donde sale mucha sangre, cortan cuellos, acuchillar y asustan, etc. Hay algo que me tranquiliza y es el que no me lo oculta y simplemente dice que le gusta el terror y que todo lo que pasa ahí no es verdad. Pero algunas son imágenes fuertes para un niño. Las ha visto por amigos mayores que tenia. Yo he tratado de prohibirse lo pero me doy cuenta que le crea más morbo. No se qué hacer. También le gusta dibujar pero dibuja solo cosas de terror y todos sus juegos últimamente están relacionados con esto.
La variedad de intereses y aficiones que un niño puede tener es muy diversa. Hay niños que son más sensibles que otros, y a algunos les puede afectar ver imágenes de terror y a otros no. ¿Desde cuándo comenzó a aficionarse al terror? ¿crees que hay algún familiar o persona que haya podido influir en ese sentido?
Una forma de analizar si esa afición está afectando a su comportamiento es a partir de valorar si su relación con los compañeros/as de clase, con su familia o su conducta en general ha cambiado desde que está aficionado al terror. Si compruebas que todo sigue igual, que en el colegio le va bien, que no tiene problemas de conducta, ni se encuentra con más ansiedad o un temperamento más fuertes, pues entonces no hace falta alarmarse. Ya llegado el momento, si reaccionase así, pues habría que intervenir. Te recomiendo hablar con sus maestros/as para recoger esta información.
Te sugiero que hables con tu hijo sobre esta afición, que intentes pasar tiempo con él disfrutando de esa afición y que le preguntes por qué le gusta, si le parece divertido, cuál es la imagen que más miedo le da, si sabe que todo lo que se ve es verdad o mentira…e incluso podrías fomentar la lectura leyendo cuentos de terror. Si acaso, para prevenir una «sobreexposición» a esos estímulos, te sugiero que compagine su afición con la participación en otras actividades, como la lectura, los deportes, salir a comer fuera, hacer maquetas juntos, etc.